domingo, 4 de abril de 2010

La perfección

Ya lo he leído dos veces en el cuaderno naranja. No me interesan, plásticamente hablando, los rostros bellos o la perfección. Sencillamente me aburren. En mi taller de dibujo veo a los chicos dibujando a Scarlett Johanson y me pregunto cuál es la gracia de pintarla. Hacer una fotografía es otra cuestión, un anuncio, una película... hasta ahiiií... bien. Pero gastar óleo para eso? No sé, casi me entristece y me indigna la belleza así para malgastarla en un lienzo. No es infinitamente más bello un anciano? una señora triste? una rechoncha maruja, un barrigudo y soberbio ejecutivo?  En un rostro bello no hay nada que aportar, no hay belleza que descubrir, todo es tan obvio. Hablo de esa perfección aburrida, opaca, modélica. Otra cosa es que a uno le pueda gustar esa persona, o querer gustarle, o sentir curiosidad inclusive. Hablo de coger un lápiz y molestarse en plasmar ese rostro. Antes de hacerlo (alguna vez lo he intentado), mi muñeca se ve presa de una irremediable pereza y contradictoria frustración. Esa persona seguro que tiene algo que la hace especial, pero no es su físico. Podrá ser su voz, sus andares, su familia, qué sé yo. Pero no está en su rostro ni en nada que se pueda captar a simple vista. Quizás sea porque se acercan a un canon, que por otra parte estará obsoleto dentro de 50 años. Entonces sí podrán resultar interesantes para un pintor.  Son rostros que gustan tanto que se desvanecen por tener que repartirse mucho. Tantas miradas admirativas los hacen invisibles en cierto modo, pierden su personalidad, dejan de ser especiales (si alguna vez lo fueron).

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