miércoles, 8 de diciembre de 2010

Alma de peluche


Copito de nieve es mi fiel compañero y guarda un secreto. De tan sobado que está, ha perdido la boca (hilo color ocre), la dermis del hocico (antes de terciopelo burdeos) y el brillo de los ojos (dos canicas negras-ahora parece que tiene cataratas-). Pero ahí sigue conmigo, llueve o granice. Vaya donde vaya ahí está sin quejarse, siempre dispuesto a facilitar mis lecturas nocturnas. Inigualable pátina del tiempo en su pelaje antes afelpado y níveo, ahora borregoso y gris. No, no eres una foca como piensan todos, ni un lobo marino, siempre fuiste un oso polar de Seattle, el único oso de peluche que se tumba boca abajo, que se puede sentar, que no es rígido como un espantapájaros, que no tiene alambres peligrosos. Te quiero, copo.

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